lunes, 28 de junio de 2010

Fundamentá porqué las bacterias son células procariotas.


Además de ser un sitio tan catarsis y para cumplir "mi sueño" de escribir y por lo menos tres personas conozcan mi hobby, definitivamente me dedicaría a redactar frases inconclusas u opiniones con respecto a temas que no tienen un mínimo de sentido.
(Esto ya carece del mismo)
Pero que sucede cuando nos encontramos frente a una situación que no sabemos !contestar!, y no por falta de elementos y conceptos técnicos, sino una marea de palabras que al fin y al cabo no terminan cumpliendo su función: Explicar.
Actualmente, me gusta dar justificativos bien argumentados (para lo que sea).

Soy un monstruo argumentativo (Que mierda de texto :D )

martes, 22 de junio de 2010

Recordar este desahogo

¿Por qué estoy tan furioso/a?
¿Hay alguna posibilidad de parar las lágrimas contenidas?
Estoy tan cansado/a de la espera en su teléfono, la música agobiante y el plástico bordó al oído.
Las películas “que tratan sobre eso”, los gustos musicales, las violetas, lo intelectual, su hábito nocturno; todo rodeará mi vida. Será mi ejemplo para cada ocasión.
Unos meses atrás dije tantas veces que no sabía como armar una casualidad.
Treinta minutos después caí en la cuenta de que las mismas por definición son espontáneas, y la ocasión de una es un hecho puramente relevante en el preciso momento de aquel “futuro” instante de mi vida.
¿Se entiende la confusión de armar algo? No dejarlo ser, ni que se conforme con el paso del tiempo. Alterar el producto. Incrementar el paso del tiempo. ¿No es muy rápido para este sentimiento que derrocha constancia?
Voy a seguir con la última pregunta, y la voy a contestar a modo de recordatorio para los próximos meses:
“Sigue de frente. Se mueve atrás tuyo cuando no observas a tus espaldas.”

viernes, 18 de junio de 2010

El Colchón

El colchón estaba duro. Muy nuevo para mi gusto, pero me sirvió para meditar toda la noche que no descansé, que decisión era la acertada. O al menos para mi gusto.
No tenía café, y como no puedo empezar mi mañana sin él, salí con la campera violeta a comprar un poco, y algo de carne para el almuerzo.
Por suerte tenía cigarrillos, unos Marlboro Light. No es que esa marca reduzca mi futuro cáncer de pulmón, pero son prácticos. El supermercado estaba a dos cuadras, así que tuve que apagarlo al instante. Conseguí mi café de filtro, mi carne, y alguna bebida para llevar. Abrí la billetera y ahí estaba su foto. Con aquellos ojos azules de siempre, tan intimidantes. El castaño intacto. Los labios sellados.
Después de pagar, crucé a la plaza de enfrente. No hacía mucho frío, solo corría viento. Me acomodé en el banco y comencé a observar lo que sucedía enfrente de mí.
¿Qué clase de padres llevan a los hijos tan temprano a jugar? Después de ese comentario tan influenciado por mi modorra, me percaté de que eran las 12 del mediodía. Media hora sentada al aire libre era el hincapié necesario para volver a casa.
A dos cuadras nuevamente, el cigarrillo estaba consumiéndose, dejando a las cenizas transformarse parte de la masa.
Desde hace meses que repito la misma rutina los domingos, no estoy completamente segura de la razón (tal vez no quiero admitirla, simplemente ignorarla). ¿Ya se habrá despertado? ¿Habrá aprovechado mi ausencia de cuarenta minutos para llamarla? ¿Sacó la basura anoche? Los hechos son muy vagos, y los sueños muy responsables, voy a empezar a prestarles atención más seguido, ellos podrían llegar a darme la pauta necesaria para el día a día, y especialmente para hoy. “Hoy” es un buen día para irse de vacaciones, para viajar por la carretera sin rumbo y sola. En palabras más concretas para desaparecer con estilo.
Siguiendo el camino de mis sueños, ahora estoy sentada a los pies del colchón rígido y manchado, y finalmente empecé a recordar con precisión aquella pequeña parte que olvidé en el umbral de mi casa: Llegué, saludé al portero, subí por las escaleras (no es que esté haciendo dieta), abrí la puerta, me saqué mi abrigo, coloqué el agua para el café, guardé la carne y la bebida, me mojé las manos, las sequé, agarré el cuchillo, me dirigí al cuarto, lo vi durmiendo, le di un beso de buenos días, lo degollé, lo miré, lloré, y me senté a recordar porque lo hice.
Miren en lo que me he convertido.


S.O.

sábado, 12 de junio de 2010

Pero que cosechadora.


Definitivamente hoy pierdo la mitad del terreno.
La tempestad se ve cercana en el horizonte, abrasiva como el agua turbia.
Como consecuencias seguras, tendré que empezar desde el cimiento mas profundo
o verme beneficiada ante una tormenta de aquellas pasajeras que no dejan marcas en la tierra fértil.

Registro importante: Ella toma lo que quiere, sin importar cómo, y lamentablemente, yo soy solo una meteoróloga con teorías poco interesantes.

martes, 8 de junio de 2010

Anecdotario

Durante décadas, las anécdotas son historias embellecidas por los detalles de la imaginación propia y la senilidad que trae consigo. Tenemos un cuerpo, una estructura adornada de detalles grotescos y otros lineales, consecuencias del tipo de la desgracia o de la risa. Cada participante, conlleva a cada uno a sentirse identificado con cada respuesta u actitud desmesurada, nos transporta hasta sentirnos la misma carne, la misma sangre talvez. Siempre desde mi punto de vista, llegaremos a sentirnos la copia exacta, una esencia robada de cada persona involucrada en este texto. Todos tenemos un tío Jorge, un primo Osvaldo. Todos tenemos una prima, sobrina, hija que le gusta escribir incoherencias o plasmar lo que ve a su alrededor sin que nadie se perciba de aquello. Yo en estos momentos soy una escritora amateur, pero soy una buena contadora de cuentos. Más que cuentos, diría anécdotas de la vida que involucran a seres odiosos y amados al mismo tiempo. Temerarios, callados, desubicados, respetuosos, hipocondríacos, artistas, ciclotímicos, intelectuales, locos, luchadores, charlatanes, maricas, comediantes, deportistas, analistas, prácticos, complicados, esperanzados, patriotas, leyentes, oyentes, críticos, cocineros, criadores, domadores, salames, quesos, fiambres, verduras y demás.
No gastaría parte de mi tiempo en escribir tantas palabras, pero lo siento tan arraigado a la mente, y a las necesidades de mi vida, tales como comer y llorar cuando puedo, que relatar esto podría llegar hasta incluso abrir una mente y que después esta misma lo haga con otra, y esta nueva se lo cuente a otra de la esquina, y así se armaría la cadena de honestidad que se necesita para darle aquel gustito acido a la vida. Aquella amargura con toques dulces que me toca experimentar cuando pienso esto, y lo comparo con mi vida este año. Encontrar la solución en algo que sucedió hace 28 años, o 45, es algo muy historia, muy repetitivo. Los mismos errores, las mismas soluciones. ¿No sería provechoso crear situaciones complicadas nuevas, y resolverlas en un modo mundialista sorprendente? No lo creo, sino no seríamos seres humanos, y no tendríamos a esas personas que integran nuestras vidas, que las llamamos cariñosamente, o por diccionario: familia.

d.sos.

domingo, 6 de junio de 2010

El día de Hoy

Las paredes multicolores y las cortinas apestadas de azul eran más grises.
Mi daltónica a la mañana se ve afectada por las lágrimas de impotencia.
¿Qué sensación más angustiante puede haber para la mujer de hogar que su madre se muera a cada segundo? Es solo rabia y angustia sin igual, inexpresiva en palabras; solo percibida en los ojos de su hija menor.
El conocimiento me nubla la frente y mis términos al alcance no son los adecuados para presentar este meollo familiar constante.
Mi respuesta hoy a la mañana es: Soy solo una mujer en cuerpo de adolescente que no respeta los tiempos para llorar, y se preocupa por algo que no puede manejar, porque no es médica, porque está a 1200 kilómetros de distancia.

Porque está aferrada a su egoísmo, y prefiere derramar líquidos y tocar una canción triste.

miércoles, 2 de junio de 2010

El Sentimiento de lo Fantástico_ Junio

"Ocho años atrás escribí un cuento fantástico que se llama “Instrucciones para John Howell”, no les voy a contar el cuento; la situación central es la de un hombre que va al teatro y asiste al primer acto de una comedia, más o menos banal, que no le interesa demasiado; en el intervalo entre el primero y el segundo acto dos personas lo invitan a seguirlos y lo llevan a los camerinos, y antes de que él pueda darse cuenta de lo que está sucediendo, le ponen una peluca, le ponen unos anteojos y le dicen que en el segundo acto él va a representar el papel del actor que había visto antes y que se llama John Howell en la pieza.

“Usted será John Howell”. Él quiere protestar y preguntar qué clase de broma estúpida es esa, pero se da cuenta en el momento de que hay una amenaza latente, de que si él se resiste puede pasarle algo muy grave, pueden matarlo. Antes de darse cuenta de nada escucha que le dicen “salga a escena, improvise, haga lo que quiera, el juego es así”, y lo empujan y él se encuentra ante el público... No les voy a contar el final del cuento, que es fantástico, pero sí lo que sucedió después.

El año pasado recibí desde Nueva York una carta firmada por una persona que se llama John Howell. Esa persona me decía lo siguiente: “Yo me llamo John Howell, soy un estudiante de la universidad de Columbia, y me ha sucedido esto; yo había leído varios libros suyos, que me habían gustado, que me habían interesado, a tal punto que estuve en París hace dos años y por timidez no me animé a buscarlo y hablar con usted. En el hotel escribí un cuento en el cual usted es el protagonista, es decir que, como París me ha gustado mucho, y usted vive en París, me pareció un homenaje, una prueba de amistad, aunque no nos conociéramos, hacerlo intervenir a usted como personaje. Luego, volví a N.Y, me encontré con un amigo que tiene un conjunto de teatro de aficionados y me invitó a participar en una representación; yo no soy actor, decía John, y no tenía muchas ganas de hacer eso, pero mi amigo insistió porque había otro actor enfermo. Insistió y entonces yo me aprendí el papel en dos o tres días y me divertí bastante. En ese momento entré en una librería y encontré un libro de cuentos suyos donde había un cuento que se llamaba “Instrucciones para John Howell”. ¿Cómo puede usted explicarme esto, agregaba, cómo es posible que usted haya escrito un cuento sobre alguien que se llama John Howell, que también entra de alguna manera un poco forzado en el teatro, y yo, John Howell, he escrito en París un cuento sobre alguien que se llama Julio Cortázar."


Fragmento de "El sentimiento de lo fantástico" de Julio Cortázar.

Recomendación de Junio. Lo leí en literatura y la verdad que me fascino, inclusive me dejó un cierto aire de fantasía al saber que tal vez el verdadero misterio de la casualidad es real con cada paso que demos, con cada palabra que plasmemos en una hoja. El sentimiento es cada vez más grande al imaginarme una misma realidad paralela a esta. ¿Que hermoso no?