miércoles, 28 de abril de 2010

El problema y la solución.-

_Tengo un problema.

Son las primeras palabras de una adicta al placer en su grupo de autoayuda.

_En realidad, no es un problema, es una falta de decisión.

Comienza a caminar de regreso a su casa por la vereda de enfrente, están pavimentando y debe cruzar por otro lado.

_ Yo quiero que forme parte de mi vida como algo esencial, como el aire, como el agua. Quiero ser feliz de esta forma, pero me es imposible tener dos brazos, tres cerebros y cuarenta y ocho horas.

La gente resulta estorbar cuando quiere cruzar en las avenidas. Se amuralla contra la puerta de un taller para prender un cigarrillo y continuar su camino.

_ Medité antes de venir, una respuesta coherente a lo que me estuvo pasando estos últimos meses. Pero no existe, o si está ahí, es un interrogante molesto, ¿Quiero continuar en mejor medida o arriesgarme a lo seguro?

El humo en la garganta le daba una sensación de llenura extraña, el viento consumía las cenizas. Para en un kiosco para comprar caramelos de menta.

_ Podría tener una pasión “más sana” y dedicarme por completo a mi objetivo supuestamente, que siempre quise. Pero me pregunto, ¿Acaso no nací para ser viciosa?

El vendedor no entendía que quería caramelos de menta de 15 centavos, tuvo que señalarlos. Después sintió una sensación de alivio, y siguió por el pasaje.

_ Y la pregunta más inteligente que se me ocurrió hace un minuto, fue ¿Qué hago acá?
¿Merezco castigarme por lo que mejor se hacer? No soy un amateur, soy un profesional.

Los primeros truenos, se largaba la lluvia acida de ciudad, y empezó a correr, cada vez más rápido. Las zapatillas se llenaban de barro, y las baldosas explotaban.

_ Ahora que lo pienso, mejor me abrigo para ir a lo que mejor se hacer, la futura profesora en este arte de sus hijos y nietos. La indiscutible. Me retiro. Suerte para ustedes que quieren apagar su llama.

Mientras corría se acordaba de las sonatas que debía estudiar para el viernes, Vivaldi no es muy complicado después de una leída. También tenía que practicar para el acústico de la fiesta del sábado. Ya estaba cerca. Pero las calles son peligrosas en la lluvia, un auto frenando es lo último que se escucha en el aire, y dos segundos después, la madera musical despedazada en el suelo.

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