
LLega un momento en la vida de todo músico que experimentamos una famosa crisis instrumental.
Nuestros pensamientos no saben si entonar alguna escala en Mi menor, o tocar a la velocidad de un Allegro Moderato, ya que nos resulta inconcluso.
¿Somos nosotros los que no comprendemos el instrumento, o ellos no nos comprenden a
nosotros?
Me siento en mi banco de madera, y comienzo a tocar todas las obras que conozco.
Cuando termino cansada y abatida, pienso que estuvo interesante y que mejore mi posición adelantada, mi arco se mantuvo en la misma sección, y mi trino se resolvió más suelto y armónico.
Pero cuando me acosté en mi cama para relajar los musculos, no encontré satisfacción alguna de lo que había interpretado con perfección en mi corazón. Entonces yo pienso, ¿ acaso no es el objetivo de mi actividad, lograr una felicidad diferente, un logro, una pasión?
Tenía dos caminos. Podía tocar improvisadamente, sin dejarme llevar por las partituras de memoria o los ejercicios repetitivos y sedantes de tanta melodía frígida. O tranquilamente, tirar a la basura mis años de estudio y declararme invalida musicalmente por un tiempo.
Lo más complicado, era considerar la tercera opción que surgió, el intermedio, o intermezzo (si hablamos con términos musicales para dar encanto al escrito).
Podría fingir un compromiso o interés hacia mi actividad, y realizarla solamente lo
necesario. Terminar dedicandome a otra cosa tal vez, pero no descartar todo.
Y lo probé durante un mes, y fue increiblemente frustrante, ya que comenzaron a disminuir las alabanzas hacia mi persona, y me sentí completamente COMÚN.
Así fue, como una tarde cualquiera, a pesar de tener las manos congeladas por el clima estacional, retomé lo que había dejado, con la excusa de no perder tanto tiempo con cosas escolares.
Y sorpresivamente lo sigo haciendo, con un encanto tan fluido y verdadera satisfacción.
Hoy pude sentir un cierto retraso en los mismos avances, pero a pesar de ello, me di cuenta que siempre contaré con mis ganas y mi pasión por no ser común y triunfar en lo que más deseo.
Simplemente son momentos, en los que yo no comprendo a mi instrumento, ya que el siempre estará a mi disposición para volverme a hacer entender.
Sol Ochoa.